Es difícil no pensar en la novela de Gabriel García Márquez después de sentir tan cerca la eliminación de México. El pánico se presentó frente a la pantalla chica cuando Panamá marcó el segundo tanto faltando escasos minutos para la conclusión de ambos encuentros, de tal manera que el peor escenario posible, ese que tanto mencionábamos para sentirnos congruentes con lo que veíamos en el campo pero que siendo realistas veíamos fuera de nuestro alcance, se había presentado para frustración de todos. Lo de ayer en San José fue como traducir una pesadilla en el que el suspenso marcaba el ritmo de sufrimiento de México, como una fiesta fúnebre en honor a los fallecidos que va de mal en peor por la tristeza contagiosa que se apodera del ambiente.
Crónica de una muerte anunciada, es el titular que describe la sensación de los aficionadas mexicanos. México no se ha salvado de la eliminación, aunque después de verla tan cerca cualquier otro escenario parece un bálsamo. Nadie puede descartarla en el repechaje frente a Nueva Zelanda por más que el futbol le signifique a los neozelandeses un deporte para las minorías, un espectáculo que a comparación con la popularidad que despierta el rugby pareciera una película dirigida por Arnold Schwarzenegger.
En medio de la tragedia, impregnada ella de la fragancia que segrega el fracaso, el mexicano aparece acostumbrado a buscar culpables en medio de la tormenta, lo cual es comprensible si tenemos en cuenta que en muchas ocasiones -como en este caso- los sentimientos se encuentran estrechamente relacionados con la decepción que la selección mexicana produce al verla jugar con rivales que siempre ha menospreciado pero que hoy le pasan por encima como si fueran apisonadoras de concreto.
El problema es que la crítica que una gran mayoría suele emitir a través de sus brazos mediáticos son tan superficiales como querer explicar el meollo del asunto en 140 caracteres. El futbol que practica México en el campo con Vucetich a la cabeza es la herencia de un equipo que durante dos años dirigió José Manuel de la Torre y que por un encuentro fue dirigido por Fernando Tena. Es ese mismo proyecto que ha dado tantos frutos económicos como fracasos deportivos.
Pero vayamos por partes. Para encontrar culpables no hay que señalar a Javier Hernández por fallar un penalti o una oportunidad clara de gol e incluso argumentar la posible eliminación de la selección por sus errores, porque antes de hacerlo habría que recurrir a la definición de este deporte, la cual parte del principio de que es un juego colectivo no individual, o sea que como bien se dice, o ganan todos o pierden todos, sino que habría que comenzar por enumerar las deficiencias estruturales de quien hacen posible del futbol un negocio y no un deporte. En pocas palabras podríamos concluir que esos culpables a simple vista son producto de la crítica fácil y sin sustento a la que nos hemos acostumbrado en tiempos en los que las redes sociales parecen jueces de turno.
En la novela de García Márquez la imposibilidad de acceder al conocimiento de la verdad es uno de los aspectos que llaman la atención, ya que entre otras cosas deja sin aclarar un elemento fundamental del libro: cómo fue posible que el asesinato de Santiago Nasar pudiera haberse evitado dadas las circunstancias públicas en las que se desarrolló la escena, dado que los dos asesinos -Pedro y Pablo- anunciaron a la mayoría del pueblo que iban a cometer el crimen. De la misma manera me atrevería a decir que pocos son los mexicanos los que no saben que la Federación Mexicana de Futbol no es una entidad autónoma como el IFE, porque la regulan los 18 presidentes de los clubes de futbol, quienes a su vez forman parte de la multipropiedad que rige en el balompié de nuestro país, y los cuales deciden el rumbo de esa selección que representan a una nación. También son pocos los que no saben que la salud del negocio que rodea a la selección es la principal prioridad de sus dirigentes porque entre otras cosas alimenta no sólo al balompié, sino a las televisores, los clubes, las federaciones de otros deportes, a las categorías inferiores de la verde, a las empresas que derrochan su dinero en patrocinios y fomentan la venta de camisetas al por mayor.
Si a esa ecuación le sumamos que el sistema de la Liga MX prima el negocio y no la sana competencia entonces tenemos como resultado una eliminatoria en la que México no ha podido ser superior entre otras cosas porque las decisiones de los dirigentes de la Federación se han tenido que tomar al vapor debido a la coyuntura y protegiendo los intereses de los más poderosos en este business, como lo atestigua la decisión de poner a un técnico como Vucetich que ofrece resultados a largo plazo y no a uno como el Piojo Herrera que es capaz de motivar con una mirada a quien se le pone enfrente.
Pocos mexicanos son los que no ven a corto plazo la crónica de una muerte anunciada. Algunos podrán decir que se trata de un pesimismo palpable, pero otros han de argumentar que las sensaciones que transmite este equipo hacen plantearnos el peor escenario posible, que no es otro que la eliminación del Mundial de Brasil 2014.
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